Abrimos las puertas de la sección con Billie Eilish y su voz llena de secretos. Esa voz que muy raramente se eleva más alto que un susurro y que se cuela por nuestros oídos siempre con aire burlón.
Acabamos de escuchar la canción que da título a su segundo álbum de estudio “Happier Than Ever”. Un trabajo que trata sobre sentirse aprisionado y no apreciado por tu propio cuerpo, por el trauma, por la mirada implacable de los demás.
En mi opinión, el LP es un disco bastante aburrido. Hay algún sencillo como este que hemos escuchado que se salvan del conjunto de las canciones que lo componen. El disco llega a ser interesante porque es un trabajo de Billie Eilish y porque Billie Eilish es interesante.
Gran parte del álbum cuenta la historia de superar una mala racha de sentirse desconectada e ignorada de quien realmente es mientras se vuelve enormemente famosa. Su propia identidad parece ser desplazada por la fama. Eilish está desconsolada, y gran parte de esa angustia parece venir a consecuencia de ser demasiado famosa. Se siente como un producto de consumo donde ya nadie la quiere como quien realmente es. La verdadera Billie se pierde en el tiempo como lágrimas en la lluvia – como decía el replicante Roy Batty al final de Blade Runner.
La canción con la que arrancamos comienza como una balada melosa. Lo primero que nos dice Billie es que cuando estoy lejos de ti, soy más feliz que nunca. Suena un ukelele sobre el blues de la ruptura de una relación que nunca ocurrió. Pero después de un par de minutos, entra una guitarra distorsionada y Eilish comienza a gritar acusaciones:
«No me identifico contigo, no / Porque yo lo haría. ¡Nunca me trates así como a la mierda! / ¡Me hiciste odiar esta ciudad!”
Es la primera y única vez en que Eilish deja que su voz suene fuerte, y la repentina oleada de endorfinas de la catarsis sonora pone el resto del disco en una fuerte tormenta de rechazo e indiferencia.