Hay personas que aunque les digan que no, que no te quiero, siguen insistiendo. Y esperando. Horas, días, años… lo que haga falta. Incluso aguantando que les traten mal. Da igual. Porque llegan a pensar que hasta esa espera es agradable.
Bob Marley, el jamaicano más famoso del mundo (bueno, al menos hasta que llegó el atleta Usain Bolt), ya lo cantaba en su Waiting in Vain.
Una canción que tiene una de esas contradicciones que me fascinan. Porque por un lado, sí, parece que el protagonista de la letra puede tener arrebatos de impaciencia. No quiero esperar en vano por tu amor, dice el estribillo. Pero, por otro lado, dice que pasa el verano, luego llega el invierno o que lleva 3 años llamando a su puerta… y que no le importa seguir llamando más tiempo.
Eso sí, su orgullo se lo reserva para decir que al menos no sea en vano. Hasta le gusta la sensación de esa espera. Pero, por favor, que al menos en un futuro lejano haya recompensa. Que no sea en vano. Y yo, no sé por qué, no dejo de pensar que esa espera será siempre en vano.