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Yma Súmac – Gopher

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inca

Hey Cats, ¿cómo va la vida en vuestros callejones? ¿Estáis escuchando JUKEBOX  a todo volumen con un Martini seco, contemplando la forma de las nubes, el brillo de los ojos de alguien o, qué se yo, soñando con criaturas fantásticas desde las azoteas de Vallecas, o planeando películas desde un apartamento de Getafe lleno de monstruos y posters de cine, o esperando que nazca vuestra segunda hija?

No, no, ya lo tengo. Estáis en un precioso velero amarrado en el puerto de La Marina de Premia, un Puma 29, un poco pequeño pero muy acogedor llamado La Moreneta. Por lo que a mi respecta estáis aquí conmigo, viajando en el tiempo, un poco apretujados en un pasaje de tercera que es lo único que hemos podido encontrar. La próxima estación es 1940.

Amigas y amigos lectores de estas cartas desde antes del rock, hoy nos despedimos de los cuarenta. Una década marcada por la Guerra sin duda, que cambió el mundo para siempre, que costó entre 50 y 100 millones de bajas, militares y civiles en Alemania, pero la Unión Soviética, por ejemplo, presentó el mayor número de bajas civiles en la guerra. La Guerra, triste e irónicamente es el escenario de maravillosas gestas, hazañas heroicas llenas de abnegación de pueblos y sociedades, de lucha por la libertad. 1940 fue el año que escuchó a Winston Churchill pronunciar su famoso discurso Sangre, Sudor y Lagrimas o «Lucharemos en las playas alentando al hundido pueblo británico a resistir y combatir hasta el final la amenaza de Fascismo Nazi«.

We shall defend our Island, whatever the cost may be, we shall fight on the beaches, we shall fight on the landing grounds, we shall fight in the fields and in the streets, we shall fight in the hills, we shall never surrender!

Winston Churchill

Jamás nos rendiremos. La siempre lúcida Berta opina que tal vez sea gracias al horror de la Segunda Guerra Mundial que nunca más haya sucedido una contienda de tan monstruosa magnitud. Pero la lucha por la libertad tiene muchas formas, y los cuarenta fueron la década que vio nacer la independencia de La India, gracias a la revolución pacifista de Majatma Gandhi en 1947.

Eh, señor Readman, sepa usted que en 1940 nacieron Ringo Starr y John Lennon, sus venerados melenudos. También Tom Jones, Lila Morillo, la cantante y actriz venezolana, la gran Alicia Muñoz, escritora argentina, y permitidme que os diga que fue el año en que nacieron mi fliscornista Chuck Mangione y el maestro Bruce Lee. Ese año murió la escritora sueca  Selma Lagerlof Premio Nobel en 1909, y Trotsky y sí,  también es el año en que abandonó la línea del tiempo para siempre Scott Fitzgerald, el escritor detrás del relato corto El Curioso Caso de Benjamin Button

Menudo año. Menuda década. En 1941 nació nuestra Rosa María Sardá.  Para celebrar el cambio de década, la vida que viene y la que se va hoy tenemos programa doble, queridos cats. Como buen tramposo fanfarrón me salto por un instante mis propias reglas y os propongo escuchar una canción de Yma Sumac, nada menos que una Ñusta, una auténtica princesa inca descendiente del mismísimo  Atahualpa.  Nacida Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo en el distrito de Ventanilla, en Callao, en el centro oeste de Perú. La excusa para poneros a la grandísima Yma es que, si bien su carrera se desarrolló con esplendor en los 50, fue en la década de los 40 cuando ella comenzó su carrera musical, exactamente en el 43. Hablamos de una absoluta genio, un ser único, una artista de una calidad técnica y musical solo comparable a los más grandes de los más grandes. Una mujer que aprendió a cantar, según dicen, imitando las aves del Amazonas peruano. Cuyo registro vocal abarcaba cinco octavas y media. Es la única peruana que tiene su nombre en el paseo de la fama de Hollywood, y la primera cantante latinoamericana en formar parte de un teatro musical de Broadway. Lo justo sería decir que son Hollywood y Broadway los que tienen la suerte de disfrutar el arte de una princesa Inca.

Podría estar hablando horas y horas sobre Yma Súmac.  Una mujer que cautivó a Estados Unidos y también a La Unión Soviética, donde en 1961 grabaría en directo con La Orquesta Sinfónica del Teatro Bolshoi. 
Cuando escucho a Yma, que es muy a menudo, es como cuando leo a Miguel Ángel Asturias o Eduardo Galeano (que también nació en 1940). Yma me transporta a una naturaleza que es lejana y frondosa y al mismo tiempo me arrulla y me hace sentir en casa, en una casa mítica, primigenia. Me viene a recordar el amor intenso y profundo que siento por América Latina. 

Quiero dedicarle esta canción a Alfonso Huerta, el productor de Brainbot, que fue el hombre que me la descubrió, hace más de diez años. Por extensión quiero dedicarle esta canción a los productores, que son una figura tan a menudo malentendida. A Raquel, a Nathalie, Gerardo, a Fernanda, Manuel Cristóbal, Africa, Laura, Chelo, Iván, a todos los que conozco y especialmente al indestructible Manuel Carbajo.

Queridos Cats, con todos vosotros Gopher de Yma Sumac…

Esta canción la puedes escuchar en el programa que aparece en el reproductor de abajo

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Seleccionado por
Abraham López Guerrero

Abraham López Guerrero hace películas de dibujos animados y ostenta varios títulos internacionales al peor trompetista vivo.

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