Hagamos una cosa. Sigamos en la ciudad de San Francisco, cuya bahía inspiró la canción de Otis Redding que estamos escuchando hoy en la versión de la semana. Viajemos a los años 60 del siglo pasado.
Es el origen del movimiento hippy. Del pacifismo. De tantos movimientos que después con los años se han consolidado. En San Francisco se dieron las circunstancias para que un grupo cada vez más numeroso de jóvenes reclamaran el amor libre. La paz, frente a quienes defendían en ese momento la guerra de Estados Unidos contra Vietnam.
Las reglas se reescribieron. Por un momento, otro mundo parecía posible. Y a ese movimiento, a esa verdadera revolución le faltaba un himno. Una canción. Un tema que recogiera todo ese espíritu en su música y, sobre todo, en su letra.
Un desconocido entonces (y después) Scott McKenzie dio con las teclas adecuadas. Su canción se llamaba sencillamente San Francisco. Daba la bienvenida a quienes acudieran a la ciudad invitados por este espíritu de la contracultura de los 60. Y simplemente recordaba a la gente una cosa. Si vas a San Francisco… no olvides ponerte unas flores en tu cabello.