La calle en la que habitas está llena de vecinos con costumbres de las “de toda la vida”.
Esas extrañas manías de saludar al cruzarse. Ese dejar pasar los segundos, como si el tictoc del reloj no marcara su existencia. Lo notas cuando ves que te esperan para sujetarte la puerta del portal. Cuando disfrutan de un rato de charla y un “¿cómo están los niños?” en el descansillo.
Son exhibicionistas de viejas tradiciones.
Ay, benditos, maravillosos hábitos que se van perdiendo en esas urbanizaciones de nuevas parejas, en esas calles del centro de Madrid donde hay más turistas de Airbnb que vecinos de portal.
Por eso no hay otro lugar en el mundo en el que me gustaría estar… que en la calle en la que habitas…