En el túnel del espanto, todo se hace largo. Eso dice la siguiente canción. También lanza un grito claro y contundente. Que nadie calle tu verdad. Que nadie te ahogue el corazón.
Hoy he vuelto a acordarme de aquella canción que escuché por primera vez en unos premios que organizaba en la Cadena SER mi amigo y socio Chema Lapuente. Recuerdo que me comentó que para amenizar la gala actuaría Manu Carrasco, conocido por entonces como uno de esos triunfitos. Sí, con ese tono despectivo con el que algunos mirábamos (y me incluyo, lo reconozco) a toda una hornada de chavales que habían salido de una fábrica televisiva.
Allí salió Manu Carrasco, lleno de humildad y simpatía. Con tan solo una guitarra y su voz. Sin ningún tipo de artificio. Empezó a tocar la guitarra y a cantar una canción que yo hasta entonces desconocía. Y aluciné. Sí. Me quedé atrapado en el asiento. La sensibilidad y el buen gusto musical del chaval me dejaron boquiabierto.
En directo y sin trampa ni cartón, como sólo los grandes artistas saben hacer, Manu Carrasco me demostró que era mucho más que un triunfito.
Hoy vuelvo a ese tema titulado QUE NADIE que grabó junto a Malú. Hoy quiero acordarme de aquella letra que abre una mano tendida a la esperanza, al final de una pesadilla. Esa mano que también se encuentra a veces en la justicia cuando te ayuda a gritar tu verdad. Y a acabar con las mentiras, el odio y el dolor.