Hay algo que define y distingue mucho a estas primeras solistas del blues frente a sus coetáneos masculinos. Ellos hablan de conquistas y desamores, tal vez acompañados de algunos detalles pícaros no exentos de profundos sentimientos. Ellas van algunos pasos más allá, y no solo hablan de atormentados trances amorosos, que también. Ellas empiezan a hablar de libertad sexual, de pasiones encendidas y del derecho a amar y sentir sin ataduras por encima de convenciones y de roles establecidos.
De manera más sucinta o más clara y despejada, en temas como Empty Bed Blues, The Kitchen Man o I Need a Little Sugar in My Bowl hablan en distintos grados de sutileza del acto de la copula en sí. Por un lado esto hace que vendan muchísimas más copias de sus canciones, llegando a ser una verdadera revolución y por otra genera el rechazo de numerosas comunidades religiosas. Es así amigos como el Blues como música del diablo tiene más que ver con las solistas femeninas que con el arquetipo del hombre negro con guitarra en el cruce de caminos.
Ma Rainey además hace todo esto con humor, espectáculo y una puesta en escena innovadora que servirá de inspiración a generaciones venideras. Y no solo hablamos de Billie Holiday o Etta James, hablamos de James Brown o del mismísimo Prince.
Vamos a escuchar un tema, grabado por Ma Rainey en 1928, que según la filósofa Angela Yvone Davis es una canción directamente precursora del movimiento lésbico de los 70. Basado en un incidente de 1925 donde Rainey fue arrestada por tomar parte en una orgia en su casa con otras mujeres de su coro.