El infierno debería ser el hogar de esos mercaderes de pesadillas que venden pasajes a Occidente llenos de sueños, muchas veces sin cumplir. El infierno debería tener asiento especial reservado para esos traficantes de esperanzas que comercian con la muerte a bordo de unos neumáticos ahogavidas a cambio de unos míseros billetes.
Al infierno sin pasaporte ni control fronterizo deberían ir esos políticos que miran a otro lado cuando ven a seres humanos morir en un mar calavérico.
Y no. Por desgracia no acaban allí. El infierno aguarda a tanta gente inocente que sólo quiere hacer lo que tú y yo hacemos cada día en este paraíso llamado Occidente. Vivir.
Pero muchos no llegan. Muchos se quedan atrapados en nuestras redes invisibles. Redes que tejen los auténticos piratas del estrecho y no los que cantaban Los Delinqüentes, Muchachito Bombo Infierno y La Excepción en este tema garrapatero…