Creo que esta historia ya la he contado una vez. Y si es así, pido disculpas. Atención que viene una….. batallita del siglo XX.
Cuando yo iba al instituto, no existía Spotify… bueno, es que por no existir, no existía ni Internet para nosotros. Eso que estaría en ese momento en algunos laboratorios de algunas universidades, para los comunes mortales era un gran desconocido.
¿Qué quiero decir con esto? Pues que al no haber esa red que años después ha permitido que una canción, un artista pueda cruzar fronteras entre países en cuestión de segundos, la música tardaba meses en llegar de un país a otro.
Y así, por ejemplo, yo tenía un amigo en el Instituto (saludos Alfonso si algún día escuchas esto), que se fue a estudiar un curso en Estados Unidos. Wow… te puedes imaginar. Era el guay de la pandilla. Y llegó el verano siguiente. Y este amigo traía algunos CDs debajo del brazo. Lo que te digo, como no había Internet, la única forma de poder escuchar música de otro país, incluso de Inglaterra o de Estados Unidos, era ésta.
Pues bien, una noche después de salir de marcha, Alfonso nos invita a la pandilla a acabar la reunión en su casa. Y decide que ha llegado el momento de ponernos uno de esos discos que él ha descubierto y flipado con ello en su estancia, en su curso de un año en Estados Unidos.
Y allí que estábamos un grupo de unos 5 amigos preparados para ese momento. Pero Alfonso decide que para escuchar este disco de un tal Lenny Kravitz (¿y ese quién es? no habíamos oído hablar de él hasta entonces) es mejor bajar al mínimo la luz y subir bastante el volumen de su equipo de música.
Noche. Luz en semipenumbra. Alguno que otro con un cigarrito de la risa entre las manos y un humo en el cuarto de estar que ayudaba a crear ambiente. De repente, como un maestro de ceremonias, este chaval le da al play de su cadena. Y empieza a sonar una música. Una música increíble. Que a mis oídos sonó a algo no escuchado hasta entonces. Y eso que yo no fumaba, ni apenas bebía. Llámame soso. Pero no lo necesitaba.
Bastaron unas primeras notas musicales para entrar en una especie de éxtasis sonoro que a día de hoy, tantos años después, recuerdo como quien recuerda la primera vez que vio un paisaje, que probó una comida nueva o que vio una película que le dejó marcado para siempre.
El álbum Mama Said de Lenny Kravitz me transportó. Me acunó con sus sonidos de guitarra, con su voz melosa y a veces roquera, con unas letras llenas de ternura.
Entre las canciones del álbum hay una titulada What Goes Around Comes Around que puede tener varias interpretaciones. Lo que entregas, te es devuelto. Los más vengativos pueden pensar que es una canción de venganza. Los más optimistas, entre los que me incluyo, pensamos que es un mensaje pacifista o espiritual que recuerda a otra gran frase de los Beatles
And in the end, the love you take is equal to the love you make
The Beatles en «The End»
Y, al final, el amor que recibes es igual al amor que entregas
Yo me quedo con esta interpretación del tema. Lo podríamos resumir con ese refrán español que dice “Haz el bien y no mires a quién”. O simplemente, da con generosidad. Sé amable con los demás. Reparte cariño. Que lo que das, luego vuelve. O, como decía Lenny Kravitz en esta canción que ayuda a ser optimistas y levanta el ánimo, What Goes Around Comes Around…