No me contéis cuentos chinos porque no hay penuria que se resista, no hay problema alguno que no sea mucho más llevadero con esta pedazo de sesión que os he preparado amigos y amigas de JUKEBOX. Por favor, hagan llegar sus postales de agradecimiento selladas con besos de carmín al jefe Readman, que es el creador de esta odisea para disfrutar. Lo he intentado, pero no me puedo despedir de esta década con nada que no sea claqué.
Su origen se remonta muy atrás en el tiempo, cuando la prohibición de realizar actividades musicales a los esclavos negros de 1739 les obliga a inventar bailes de percusión como la juba, que luego se mezclarán con las danzas de zuecos de Irlanda, Escocia y el norte de Inglaterra para dar a luz al tap americano. Pero para mí es la quinta esencia de la felicidad de los años treinta. Es además el paradigma de la sección. Una forma de expresión prodigiosa, virtuosa que jamás debió haber sido olvidada y que lo fue durante demasiados años.
Quieren la fortuna y el destino que Fred Astaire suene por segunda vez en nuestras cartas, y no puedo decir que no sea por otro motivo que un amor desmedido que siento por este artista y unas terribles ganas de bailar con vosotros este Puttin’ on the Ritz.
Ronroneos y arañazos para todas y todos. Nos veremos pronto, pero será solo en el reflejo de una trompeta cualquiera…