En los ecos sagrados de la historia, existe un momento que trasciende el tiempo: un momento en el que un solitario soñador, Martin Luther King Jr., se puso ante un mar de rostros y, con la cadencia de su voz, tejió un tapiz de esperanza e igualdad. Sus palabras no fueron simplemente dichas; eran ecos atronadores de un sueño, un sueño que resonaba en el alma misma de toda una nación.
I have a dream….»Tengo un sueño…» cómo esas simples palabras llevaron la fuerza de un millón de esperanzas. En las sombras de la segregación y la dura realidad de la injusticia, el Dr. King se atrevió a soñar con un mundo donde el color de la piel no fuera una sentencia, sino una celebración de la diversidad. Su sueño es un faro de luz que atraviesa la oscuridad, iluminando un camino hacia un mañana más brillante, inclusivo y justo.
La semana pasada se celebraba en todo Estados Unidos un día importante para todos y todas. El día de Martin Luther King Jr. Me gustaría recordar su persona, su legado, y su palabra con aquel 18 de agosto de 1963 en el que el Dr. King habló a todo un planeta. Un día en el que la palabra venció a las armas y al odio. Un día que fue el inicio de ese cambio que cantó Otis Redding en el tema A Change is Gonna Come.