Hace unas semanas pude acudir en Madrid a un concierto homenaje a Antonio Vega. El compositor y cantante madrileño que nos dejó un legado musical imborrable. Uno de esos pequeños tesoros frágiles que, por desgracia, estuvo demasiado cerca y demasiado tiempo pendiente y dependiente de las drogas.
Era un homenaje imperfecto con importantes lagunas. Con ausencias de artistas sorpresa anunciados que finalmente no aparecieron. Con una calidad de sonido que no estaba a la altura del montaje y las buenas intenciones.
Pero aún así, sus canciones volvieron a brillar una noche más en un local de conciertos madrileño. Como debería casi cada noche sonar en algún garito de Madrid. Menos mal que todavía tenemos el Penta, por ejemplo. En Malasaña. Ese Penta mencionado en la canción La Chica de Ayer.
Ahí al menos cada noche cierran con La Chica de Ayer. Como no puede ser de otra manera, claro está.
Yo hoy quiero traer otro de esos temazos del cancionero de Antonio Vega. Que es como decir el cancionero (o songbook, en inglés, que así a veces parece que las cosas suenan mejor) de Cole Porter o de George e Ira Gershwin.
Sí. Antonio Vega es nuestro Cole Porter. Como lo es también Joaquín Sabina. Y algún día, espero, la Historia se encargará de colocarles en ese sitio que merecen.
Antonio Vega, poeta con guitarra, coge un papel y un boli y escribe cosas como
Cuál sería el menor
Cuál de mis tesoros el mayorMe inclino por dudar
De los adjetivos, la verdad
Así entre palabras de auténtico poeta transcurre este mar de sonidos que se llama Tesoros