Era nuestra primera cita.
Antes habíamos quedado sólo para conocernos en persona. Superar la prueba. Ya sabes, ese momento en que los chats dan paso a las copas de vino.
Pero aquel sábado teníamos nuestra primera cita auténtica. ¿Qué plan propones?
Yo acababa de descubrir una película de esas que se quedan grabadas a fuego. Que parecen de entrada una peli más y acaban convirtiéndose casi en una seña de identidad.
Cine. Relaciones de pareja. Amoríos. Fracasos. Amistad. Una ciudad como Nueva York de escenario. Y música, mucha música. Y muy buena. Begin Again. Así se llamaba la película.
La había visto solo. La había disfrutado. Devorado con los ojos y con los oídos.
La había vuelto a ver con mi prima. Los dos recién separados. Compañeros de confidencias. Parecía que esa película era la banda sonora de nuestras vidas en ese momento.
Y llega esa primera cita. ¿Qué hacemos? Le propongo ir a ver Begin Again.
Sí, ya lo sé, la he visto ya dos veces. Pero no me importa verla una tercera. Demonios. ¿Qué me estaba pasando con esa película?
Ella acepta. No se asusta. Menos mal. Parece que no sale corriendo.
Otra vez más. Begin Again. Vuelta a empezar. Y después la charla, el vino, las confidencias, las coincidencias… esa partitura que da forma al inicio de una relación.
Y hasta hoy. Parece que no se ha asustado. Que no le han entrado ganas de salir corriendo. Menos mal.
Esta fue una de esas canciones que escuchamos en nuestra primera cita, mirando a una pantalla grande. Aquel sábado 13 septiembre de 2014