El mundo ardía y nadie podría salvarme salvo tú
Chris Isaak – Wicked Game
es extraño lo que el deseo puede hacer a la gente estúpida
nunca soñé que conocería a alguien como tú
y nunca soñé que perdería a alguien como tú
no quiero enamorarme
esta chica solo va a romper mi corazón
no quiero enamorarme contigo
qué juegos perverso juegas para hacerme sentir así
qué cosa infame haces para hacer que sueñe contigo
qué juegos perverso
que cosa infame
haces para que sueñe contigo
no deseo enamorarme
este mundo es solo para romper mi corazón
No deseo enamorarme
este mundo es solo para romper mi corazón
Nadie ama a nadie
El mayor éxito del norteamericano Chris Isaak llegó en 1989 de la mano de la canción WICKED GAME, el sencillo más aceptado de su carrera sin duda alguna. Con WICKED GAME nos encontramos con una gran canción de amor, de amor tóxico. De una trama de seducción y obsesión que nació al abrigo de la noche, escenario ideal para su desarrollo. Isaak la compuso a altas horas de la madrugada, según ha asegurado siempre. Sólo entonces, sin la cordura que garantiza el Sol, afloraron sentimientos irracionales que desembocaron en un himno a la locura insomne. En su letra, el estadounidense nos describe varios estados de animo diferentes, sensaciones que van desde el enfado a la intensidad, pasando por la tensión. Pero todo sin olvidar nunca esa sensualidad húmeda que busca la luz como una liberación, como una rendición. Es un viaje evocador al infierno, con el alba como límite que viene a asegurar que todo el mundo quiere amar a alguien, que todos, como mínimo, soñamos con ese amor que hace que todo lo que venga después pierda interés.
Eres consciente de que te romperá el corazón, de que es una gran mentira, de que serás utilizado y, no obstante, te entregas a él como un suicida romántico dispuesto a ser sacrificado por las llamas de algo que sabes efímero y, sin embargo, tan intenso. Será el mensaje. Será la música, quizá la sensación de ingravidez que provoca, pero lo cierto es que la voz de Chris Isaak te hace soñar, te hace perder la racionalidad y sumergirte en un Nirvana en el que el amor, aunque no sea real, domina toda tu mente.