Vamos a entrar de lleno en el tema de nuestro programa de hoy, que no va a ser tanto un año, este 1925, sino la persona lo protagonizó, la magnífica heroína que dio la vuelta a ese 1925 poniéndolo patas arriba. Un ser casi mitológico tanto por su vida como por su obra, que con toda seguridad merecía un homenaje completo en nuestra sección. Hablamos queridos cats de la inefable Josephine Baker.
Nacida en Sant Louis Missouri, en 1906, esta bailarina, actriz y cantante representa para quien os habla la encarnación más pura de la libertad, el feminismo, el antirracismo y el poder de la inteligencia frente a las obtusas fuerzas, voluntarias o inconscientes de la intolerancia. Una mujer que se forjó su propio destino, que iba a su aire en un momento en el que ser moderno no era una pose vacía, sino un verdadero riesgo. Una criatura que se enfrentó a un mundo que no contemplaba ni siquiera la posibilidad de su existencia. Mujer liberada, sin complejos, negra. Empresaria y artista. Burlona e inclasificable. Despilfarradora y ascética. Sensual, caótica. Insobornable. Josephine Baker, no solo se hizo un hueco en la historia para ella, sino que luchó incansablemente para hacer un hueco a los seres distintos y mestizos que estaban por venir, y además lo hizo sin renunciar al glamour, al lujo y a la noche parisina.
En 1925 huyendo de la pobreza, la asfixia artística y los prejuicios raciales Josephine abandona los Estados Unidos y llega a París, donde en octubre estrena La Revue Negre en el Théâtre des Champs-Élysées y desde ese momento su ascenso a la cúspide es imparable. Todo el mundo quería ver a la exótica bailarina medio desnuda que escandalizaba al público, ya con sus chanzas y pantomimas, ya con sus bailes frenéticos cargados de realidades lejanas y hábiles parodias de la Francia colonial. Se suceden los éxitos igual que se suceden sus propias reinvenciones. Musa de pintores, inspiración de poetas y mecenas, descubridora de escritores e intelectuales, dio su primer empleo como secretario a George Simenon.
Era igualmente adorada que acosada, cuestionada por racista y perseguida por racistas, pero supo usar su reputación, fue aún más lista que los clasificadores y los etiquetadores, sabía ir dos o tres pasos por delante de la sociedad que intentaba someterla. Y sin embargo no dedicaba su arte a las soflamas ni a los panfletos. Todo lo contrario. Jugaba con los tópicos, con la selva, con esa idea de la venus de ébano. Y cuando todo eso ya se le quedó pequeño, empezó a cantar.